miércoles, 26 de noviembre de 2008

Torneo de Canto

Hoy he hecho una visita, he disfrutado y he sentido muchas y buenas emociones.
De regreso, mi cabeza ha pensado, ha dado vueltas y he sentido pena, por ese alguien que ni fu ni fa, por ese alguien a quien la gente teme pero no quiere, por ese alguien que acabará sin saber lo que es la amistad y buenos sentimientos, por ese alguien, que en mi opinión, es un ser mezquino.

Pero… ¿qué es ser mezquino?
Mezquino es según la Real Academia Española:.- Avaro, miserable, desgraciado, pobre . Necesitado, escaso, diminuto. Desdichado, infeliz. Y dice que la palabra es de origen árabe (de miskin = pobre).
Quizás ahora lo podamos definir mejor , “Mezquino” debe ser el que carece, o cree que carece, de lo más necesario. Es el que necesita lo que no tiene para dejar de ser diminuto, es el que se niega a dar porque todo lo quiere para él, es el pobre desgraciado infeliz que no puede ver otros deseos que los suyos.
En el cuento TORNEO DE CANTO podemos ver un ejemplo .
Una vez llegó a la selva un búho que había estado en cautiverio, le contaba a todos acerca de las costumbres de los humanos.
Contaba, por ejemplo, que en las ciudades los hombres calificaban a los artistas en competencia, a fin de decidir quiénes eran los mejores en cada disciplina, pintura, dibujo, escultura, canto....La idea de transplantar costumbres humanas prendió con fuerza entre los animales y quizás por ello se organizó de inmediato un concurso de canto, en el cual se anotaron rápidamente casi todos los presentes, desde el jilguero al rinoceronte.
Guiados por el búho, que había aprendido en la ciudad, se decretó que el concurso se definiría por el voto secreto y universal de todos los concursantes, que serían de esta manera su propio “jurado”.
Así fue. Todos los animales incluido el hombre pasaron al estrado y cantaron recibiendo el más o menos intenso aplauso de la audiencia. Luego anotaron su voto en un papelito y lo colocaron doblado en una gran urna que sostenía el búho.
Cuando llegó el momento del recuento, el búho se subió al improvisado escenario y flanqueado por dos ancianos monos, abrió la urna para leer y comenzar el recuento de los votos del “transparente acto eleccionario”, “gala del voto universal y secreto” y “ejemplo de vocación democrática” (como había escuchado decir a los políticos en las ciudades).
Uno de los ancianos sacó el primer voto y el búho, ante la emoción general, gritó:
—¡El primer voto, hermanos, es para nuestro amigo el burro!
Se produjo un silencio, seguido de algunos tímidos aplausos.
—¡Segundo voto: burro!
...¿?...
—¡Tercero... burro!
Los concurrentes comenzaron a mirarse, sorprendidos al principio, acusadoramente después y por último, cuando proseguían apareciendo votos para el burro, cada vez más culposos y avergonzados de sus propios votos.
Todos sabían que no había peor canto que el desastroso rebuzno del equino. Sin embargo, uno tras otro, los votos lo elegían como el mejor de los cantores.
Y así sucedió que, terminado el escrutinio, quedó decidido por “libre elección” del “imparcial” jurado, que el desigual y estridente grito del burro era el ganador.
El búho explicó después lo sucedido: cada concursante, considerándose a sí mismo el indudable vencedor, había dado su voto al menos cualificado de los concursantes, aquél que no podía representar amenaza alguna.
La votación fue casi unánime. Sólo dos votos no fueron para el burro: el del propio burro, que creía que no tenía nada que perder y había votado sinceramente por la calandria, y el del hombre que, cómo no, había votado por sí mismo.