domingo, 12 de abril de 2009

Ni cerebro, ni corazón... tontos del todo.

Os habéis fijado que no sabemos debatir? Como para no haberse fijado...
Ayer por la noche haciendo zapping me encontré dos debates…
Uno, a gritos y pisándose lo que cada uno decía… me han recordado a uno de mis sobrinos que cuando era pequeño y querías razonarle ciertas cosas, y ante el temor de que lo convencieras , se ponía a gritar o a llorar… cuanto más le razonabas, él más gritaba, es decir, no quería escuchar… Pues los de anoche igual…gritaban para no escucharse… y creo que para que nosotros tampoco lo hiciéramos … pena me han dado… porque detrás del griterío quizás hubiese ciertas certezas… yo no puedo confiar en quien tiene el descalificativo como arma y el grito como forma de expresión…
En el Otro, no gritaban, pero no era ni siquiera debate… todos eran del mismo pensamiento y volvían a usar el insulto y la descalificación como forma de expresar “su verdad”… ni pena me han dado… se ha visto que el tema era una mera disculpa para atacar…
Yo no sé que pensar… o somos tontos de verdad o lo que queremos es crispar… o ambas a la vez.
Nuestra sociedad tiene los suficientes problemas como para que de una vez por todas dejemos de frivolizar y nos pongamos manos a la obra para hacer cosas serías… o simplemente a escuchar a quien tenga algo que aportar…
A mi me encanta el debate sereno, enriquecedor y colaborador.
La pelea de gallos no lleva a nada, solo trae agresividad, dolor y si me apuráis , sangre…
En un estado de bonanza quizás hasta nos podamos reír de estas representaciones esperpénticas… y pasar.
Pero en una sociedad en la que crece el paro, en la que hay problemas de todo tipo , incluso de planteamientos poco éticos…todo este tinglado de dimes y diretes, violencias gratuitas y simplezas lo que producen es cabreo…Y el cabreo y la crispación son muy malos compañeros de viaje… no construyen, destruyen.
No sé si es para que sienta miedo , pero al menos inquietud e impotencia sí, y mucho desencanto.
¿Qué ha pasado con nuestros cerebros? ¿Qué hemos hecho con nuestros corazones?