sábado, 13 de diciembre de 2008

No miremos solamente...


¿Qué nos pasa? ¿Qué estamos haciendo mal?

El Ministerio de Igualdad nos da el dato de que un tercio de los adolescente están a favor de la pena de muerte, y a mi, esto me preocupa.
¿Qué educación o que información están recibiendo estos jóvenes? Deberíamos reflexionar un poco, o un mucho.
Cuando una sociedad pasa de valores y delega la educación de sus “chic@s” en la televisión y en las páginas de Internet, no podemos luego quejarnos de que “esos perdidos adolescentes, busquen el dinero fácil, sigan teniendo comportamientos machistas y retrógrados y que el único saludo cuando nos cruzamos con ellos sea un bufido, mientras van escondidos en sus capuchas y con los auriculares puestos.
Se nos ha ido de las manos la educación de nuestros niños y niñas. Desde algo tan sencillo como que sepan que hay que dar los buenos días o dar las gracias, manifestar una mínima sensibilidad por el arte y el mobiliario urbano, el respeto a los mayores y a los iguales…
Yo estoy segura que la educación exige disciplina, marcar límites y sobre todo presencia de calidad de los padres. Las relaciones en la familia no pueden ser un tira y afloja, ni en las escuelas ni en los colegios… En los centro escolares, el profesor tiene que hacerse valer, y las autoridades educativas tienen el deber de respaldarlo.
Estoy convencida que materias como Educación para la Ciudadanía, Educación de los Derechos Humanos o Educación para ser Personas son necesarias. Que nuestros jóvenes, además de ser unos linces en informática, sepan que en los países con pena de muerte los actos criminales son incluso superiores a los de países que tienen abolida esta pena, que sepan cuestionar toda la información que les llega, y discutirla y procesarla; que sepan que el respeto, la solidaridad, la honradez y la tolerancia son la base de la convivencia. Pero que sepan también que hay un principio de autoridad que, guste o no, les va a marcar el camino a seguir.
Yo no conozco ningún tratado pedagógico serio que cuestione este principio, ya que los niños y niñas, adolescentes y jóvenes necesitan referentes en los adultos. La ausencia de estos modelos hará que se sientan perdidos y quizás desprotegidos; precisan, como precisamos nosotr@s, que de cuando en vez aparezca una autoridad moral y con criterio que nos ponga las “pilas”.
Para la familia pido esfuerzo, dedicación, implicación y formación para poder encarar la educación de sus hijos. Si en la familia la educación no funciona, lo que sale luego a la calle está enfermo y desprotegido.