domingo, 15 de noviembre de 2009

Nuestra Actitud


Cuando yo era joven, me propuse cambiar el mundo. Al crecer un poco más, me percaté de que esto era demasiado ambicioso, por lo que me propuse cambiar mi país. Me di cuenta al hacerme mayor de que también era demasiado ambicioso, de modo que me propuse cambiar mi ciudad. Cuando advertí que no podría hacer ni siquiera esto, traté de cambiar a mi familia. Ahora que soy viejo, sé que debería haber comenzado por cambiar yo mismo. Si hubiera empezado por mí mismo, tal vez habría conseguido cambiar a mi familia, mi ciudad o aún el país... y quién sabe, ¡quizás incluso el mundo!

Palabras de un rabino jasídico en su lecho de muerte.