domingo, 19 de abril de 2009

Cuando aparezcan nuestros enemigos...



El enemigo
Cuando estés un poco malogrado
o te importune ese personaje
que la derrota, muy sutil urdiera,
puede hacer asomar en tu rostro,
no arrojes tu sueño como un anillo al río,
sobre aquello que amas no puedas renunciar.
Cuando estés un poco malherido,
quizás también oscuro, puede que un tanto harto
y, al procurar verso, no encuentres
la música apropiada, lo que te exige el canto,
recuerda que algún día fuiste dueño,
que guardar silencio puede ser causa grande.
Cuando llenes de vaho los espejos con la tristeza
de ese ser que los procura, y anda errante en la casa
como un barco impaciente que abandonó el mar,
nunca pierdas el rastro de las estrellas
fugitivas, y nunca te abandones
al gesto vano, a lo falso o a la mentira.
Cuando quieras vivir
por un país que esté más al norte,
más cerca de la vida; al abrigo de otros puertos
a los que desciende el cielo con toda la claridad,
y lejos de estos hombres que no quieren
saber lo que tú mucho querrías,
piensa en la casa sola que, desnuda, se dirige
valiente y traicionada hacia el mar;
y que debes salvarla, dándole otros caminos.
Es así que en esta hora te sucede
que estás un poco triste, malherido,
un tanto malogrado y sabes letras
de esas torpes canciones del desencanto,
mi viejo capitán de las bajas horas,
olvídate de mí, pero no olvides
los pactos misteriosos a los que entre los dos llegamos,
Deja que suene la música.
Y que pase otra vez.
Ramiro Fonte

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